Alberto Cairo es una de las voces más autorizadas a nivel mundial en el ámbito de la infografía. Periodista de formación, ejerce como consultor de infografía y visualización de la información, además de profesor y colaborador en el blog Periodismo con futuro, de El País. Desde enero de 2012 imparte clases en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Miami. Hasta 2009 fue profesor de infografía y multimedia en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, donde continúa como instructor de Visualización de la Información, en el Máster de Artes en Tecnología y Comunicación
Entre junio de 2011 y diciembre de 2012, fue director de infografía y multimedia del semanario brasileño Época, propiedad del grupo Globo, el mayor grupo mediático de Sudamérica. También estuvo al frente del equipo de infografía online del diario El Mundo, donde trabajó entre los años 2000 y 2005, período en el que recibieron numerosos premios Malofiej, considerados los Pulitzer de la infografía.
Asimismo, es autor de los libros Infografía 2.0: visualización interactiva de información en prensa (Ed. Alamut, 2008) y El arte funcional: infografía y visualización de información, publicado en noviembre de 2011, de nuevo en Alamut.
Cairo accedió amablemente a respondernos esta entrevista vía correo electrónico y en ella nos habla sobre infografía, periodismo de datos, educación y el trabajo dentro y fuera de las redacciones tradicionales. Esperamos que disfrutéis con ella tanto como lo hicimos nosotros preparándola y aprovechamos, una vez más, para agradecer a Alberto Cairo el tiempo que nos ha dedicado.
Comencemos haciendo un poco de pedagogía. Es frecuente identificar de forma exclusiva el periodismo de datos con la infografía/visualización de datos. ¿De qué hablamos cuando nos referimos al “periodismo visual”? ¿Hay periodismo de datos al margen de lo visual?
Periodismo
de datos y visualización están unidos, pero no son la misma cosa. El
periodismo de datos consiste en la extracción de historias de conjuntos
de bases de datos públicas y privadas. Los datos, entendidos
genéricamente, se transforman en nuestras fuentes. La visualización es
una porción del periodismo de datos, la fase en la que estructuramos
visualmente los números para que cobren sentido y diseñamos interfaces
para que los lectores jueguen con ellos, los manipulen y los exploren.
Periodismo
de precisión, de bases de datos y en la actualidad periodismo de
datos. El
género tiene su historia, pero ahora se presenta como algo por
descubrir. ¿Es
una simple cuestión de nomenclatura o hay cambios novedosos que
permiten hablar
de periodismo de datos como algo diferenciado del de precisión?
No
hay diferencias conceptuales significativas entre lo que hacemos hoy,
lo que hizo el Miami Herald hace años para ganar un Pulitzer con su
cobertura tras el huracán Andrew, en 1992,
y lo que defendía Philip Meyer en su clásico Precision Journalism.
Hay, sí, una diferencia en la facilidad de acceso a los datos y en la
calidad y poder de las herramientas que usamos para estudiarlos y
presentarlos. Hoy, si uno aprende los fundamentos de la profesión (cosa
que se puede hacer leyendo algunos manuales de estadística, tomando
algunas clases y educándose en rudimentos de programación), puede
comenzar a trabajar. Era mucho más difícil hace décadas, cuando el
software y los ordenadores eran carísimos.
Uno de
los aspectos que llama la atención en El arte funcional es el bloque dedicado a cognición y
psicología cognitiva,
muy descuidados en la infografía periodística, pero muy
presentes en disciplinas
como la informática, sobre
todo en las ramas de usabilidad y accesibilidad. Usted ha
llegado incluso a
proponerla [la psicología cognitiva] como materia obligatoria en
las facultades
de Periodismo ¿Por qué debemos otorgarle tanta importancia?
La
infografía es un arte pero, sobre todo, es una ingeniería. Un buen
gráfico es una herramienta de comunicación, comprensión y análisis, no
un simple dibujo para embellecer una página. Si seguimos esa línea de
razonamiento, uno debe entender las reglas, trucos y atajos que el
cerebro humano usa para percibir y comprender y aprovecharse de ellos,
anticiparse.
Por poner un ejemplo muy simple, sabemos que el rojo
atrae nuestra atención porque es un color poco común en la naturaleza
(los paisajes naturales están compuestos de verdes apagados y ocres) y
porque es un buen identificador de frutas maduras, buenas fuentes de
calorías. Basados en ese conocimiento (que el rojo llama más la atención
que un tono pastel), si uno tiene que destacar los puntos claves en un
mapa, usará rojo para ellos y colores más apagados para los elementos
secundarios.
Hoy en día existen numerosos psicólogos y
neurocientíficos que están estudiando cómo el ojo percibe presentaciones
visuales (ahora mismo estoy leyendo el magnífico The Age of Insight, de Eric Kandel, por ejemplo) y cómo y por qué el ser humano lee (el no
menos interesante Reading in the Brain, de Stanislas Dehaene).
Recomendaría no perder de vista a Stephen Kosslyn, a quien entrevisté para Periodismo con Futuro, y a Colin Ware, autor de varios libros que
explican cómo la psicología de la percepción debe influir en cómo
diseñamos gráficos.
Sin
embargo, la realidad nos demuestra que la componente cognitiva,
o bien se desconoce,
o peor: no se tiene en cuenta. Sirva de ejemplo el abuso de los
gráficos de
burbujas, en especial en la información económica. ¿Tiene la
sensación de estar
predicando en el desierto?
Todos
los días. Pero no por ello voy a dejar de repetir que los gráficos de
burbujas, como tantos otros, se usan muy mal. Pueden ser útiles cuando
tu objetivo es que el lector vea patrones generales en un montón de
números, pero no funcionan en comparaciones precisas. Si tu objetivo es
que el lector pueda comparar y clasificar un grupo de números, un
gráfico de barras (o un dot plot, alternativa propuesta por William Cleveland hace años) es, casi sin excepción, la mejor vía.
El uso de formas gráficas inapropiadas (y el gráfico
de burbujas no es el único caso) se debe a que muchos diseñadores no
piensan para qué sus gráficos van servir, qué preguntas deben ayudar a
responder, sino que se dicen: «ah, los círculos quedan muy bien
estéticamente», y se lanzan a representar los números de esa forma. Y no
se dan cuenta de que lo que hacen es diseñar un adorno, no una
herramienta. Es en ese sentido que digo que los diseñadores deben dejar
de pensar tanto como artistas, y volverse un poquito más ingenieros.
Advierte de forma incansable que un gráfico es una herramienta cognitiva
y que los
criterios funcionales deben primar sobre los estéticos. Si
repasamos una vez
más los medios españoles, parece que la función estética –cuando
no simplemente
decorativa– sigue ganando la
partida. ¿A qué cree que se debe? ¿Sucede con la misma
frecuencia fuera de la
prensa española?
Sí. En América Latina también sucede, y en muchos diarios estadounidenses. Los motivos son múltiples. El primero es que, como decía antes, demasiados diseñadores piensan como artistas antes que como comunicadores. El segundo (más importante) es que muchos responsables de medios de comunicación tienen ideas antediluvianas sobre infografía y visualización. Las consideran meras ilustraciones, dibujos. En Brasil, por ejemplo, a los gráficos los llaman "artes", hecho que ayuda a crear un marco conceptual equivocado en el que prima la estética sobre la funcionalidad. O, mejor dicho, la estética a costa de la funcionalidad, porque sacrifican la segunda para conseguir la primera, en vez de buscar la armonía entre ambas.
Sí. En América Latina también sucede, y en muchos diarios estadounidenses. Los motivos son múltiples. El primero es que, como decía antes, demasiados diseñadores piensan como artistas antes que como comunicadores. El segundo (más importante) es que muchos responsables de medios de comunicación tienen ideas antediluvianas sobre infografía y visualización. Las consideran meras ilustraciones, dibujos. En Brasil, por ejemplo, a los gráficos los llaman "artes", hecho que ayuda a crear un marco conceptual equivocado en el que prima la estética sobre la funcionalidad. O, mejor dicho, la estética a costa de la funcionalidad, porque sacrifican la segunda para conseguir la primera, en vez de buscar la armonía entre ambas.
Dicho esto, la estética es muy importante en
infografía. Después de todo, uno debe llamar la atención sobre sus
trabajos y, además, hay indicios de que una herramienta visualmente
atractiva es más sencilla de usar (una idea desarrollada por Donald A. Norman en su famoso Emotional Design). Pero despreocuparse por la
información y el rigor sólo por usar una forma gráfica atractiva o
novedosa, sin pensar en si está bien adaptada a los objetivos del gráfico en que uno está trabajando, es un error enorme.
Hablemos
de la dicotomía presentación
y exploración en
relación con la infografía.
En la última sesión del grupo sobre periodismo de datos de
Medialab Prado,
celebrada el pasado 10 de mayo, Gumersindo Lafuente (adjunto al director de El País) identificaba
tres enemigos del
periodismo de datos en
España: los infógrafos, la aversión de los periodistas a la
estadística y la
falta de acceso a la información.
Centrándonos en el primero de ellos, afirmaba que los infógrafos hacen su trabajo, pero que sus creaciones, en la mayoría de los casos, no pasan de la mera presentación de los datos y que ahí acaba buena parte del periodismo de datos que se está haciendo hoy en España. Lafuente lo achaca a la falta de recursos y a la ausencia de periodistas que encabecen los equipos de visualización periodística. En esa línea considera que los infógrafos solo deben intervenir en la fase final del trabajo, tras el proceso previo de investigación llevado a cabo por periodistas, programadores y especialistas en minería de datos.
Centrándonos en el primero de ellos, afirmaba que los infógrafos hacen su trabajo, pero que sus creaciones, en la mayoría de los casos, no pasan de la mera presentación de los datos y que ahí acaba buena parte del periodismo de datos que se está haciendo hoy en España. Lafuente lo achaca a la falta de recursos y a la ausencia de periodistas que encabecen los equipos de visualización periodística. En esa línea considera que los infógrafos solo deben intervenir en la fase final del trabajo, tras el proceso previo de investigación llevado a cabo por periodistas, programadores y especialistas en minería de datos.
Me voy a meter en problemas al
responder esta pregunta, pero Gumersindo tiene razón. Yo diría más: los
dos primeros problemas -los infógrafos y los conocimientos insuficientes
de periodistas y diseñadores- son mucho más graves que el tercero. Si
uno cuenta con buenos periodistas interesados en números y con
diseñadores de gráficos y programadores que piensen como periodistas,
puede compensar la falta de acceso a los datos. Ahí está La Nación,
en Argentina, por ejemplo. O Estado de São Paulo, que acaba de publicar
una herramienta fantástica para seguir la actividad parlamentaria.
Ahora bien, no es cierto que el infografista deba
intervenir solo al final del trabajo. El infografista puede ser la misma
persona que reúne, analiza, procesa y presenta esos datos. El ejemplo
lo tenemos en lugares como The New York Times y The Washington Post,
donde esta labor se realiza dentro de los departamentos de infografía,
en gran parte: los diseñadores en esos lugares son periodistas, aunque
muchos no hayan estudiado periodismo. Hay gente así dentro de las
redacciones españolas, pero está desaprovechada.
Hacen falta recursos para esto, desde luego, otra de
las carencias en España: la formación continua es casi un chiste; lo
fue en tiempos de bonanza y lo es más todavía en tiempos de vacas
flacas. Tenemos el potencial (hay enormes talentos en las redacciones,
repito) pero no se le da espacio para crecer ni se alimenta. Y el
talento es como la arena de playa: a poco que te descuides, si no lo
mantienes bien sujeto, se te escurre entre los dedos. A las pruebas me
remito: Juan Velasco (@juanvelasco), Fernando Baptista, Xaquín G.V. (@xocasgv), Javier Zarracina (@jzarracina),
Alberto Cuadra (@cuadra), etc. Grandes talentos españoles que no se plantean
regresar ni a largo plazo. Y los que se irán dentro de poco...
La falta de interés en profundizar en este tipo de
periodismo está enraizada en la propia forma de ejercer la profesión en
España, no tiene que ver con los recursos ni con la crisis. El problema
no está tanto en los periodistas y diseñadores como en los responsables
de medios de comunicación: no es que sientan aversión por los datos, es
que sienten aversión por los hechos. No están preocupados por la
precisión o por contrastar la información, sino por distorsionar los
acontecimientos para encajarlos dentro de moldes ideológicos
prediseñados. Pregúntele a un grupo de directores, subdirectores o
redactores jefe en qué consiste el método científico. Preveo que las
respuestas le dejarán perplejo.
En sus conferencias y presentaciones
no se cansa de
repetir que «no se necesita ser un buen artista para ser buen
periodista
infográfico». Entonces, ¿hay
esperanza, más allá de
los gráficos no figurativos, para los que en las clases de
dibujo sentíamos
sudores fríos?
Saber
dibujar ayuda mucho, eso es indudable. Pero uno puede crear buenos
gráficos estadísticos, mapas e incluso ilustraciones simples si aprende
ciertos trucos. Yo diría que el 80% de mis estudiantes tanto en la Universidad de Carolina del Norte como en la Universidad de Miami (EEUU) no saben dibujar,
pero todos ellos al final de cada semestre son capaces de diseñar
gráficos de calidad razonable.
En 2007 invitaba (min 67:00) a
los estudiantes
de las facultades de Ciencias de la Información a utilizar las
asignaturas de
libre elección curricular para escoger materias de otras
carreras, con el fin
de poder suplir las carencias y la falta de oferta de planes de
estudio rígidos,
al menos hasta que «cambie el sistema». Con los planes de Grado, el
cambio ha traído la
supresión de los créditos de libre elección (se pueden cursar
asignaturas de
otras carreras, pero a costa de añadir más créditos y carga
lectiva), y la
reducción del temario y de las horas de clase dedicadas a la
asignatura de Estadística.
¿Vamos en la buena dirección?
No
conozco el panorama en profundidad pero no parece muy prometedor. ¿Mi
propuesta? Estudiar por cuenta propia. Si el sistema no te ayuda (tanto
si es la universidad en la que estudias como si es el medio en que
trabajas), busca alternativas. Pero no te quedes parado echándole la
culpa al sistema porque los malos sistemas no suelen ser muy receptivos a
las quejas de los que los sufren.
Desde qué lado es más fácil alcanzar el perfil de periodista programador, ¿desde el del periodista o desde el del programador/informático?
Tanto
da, con tal de que cualquiera de esos profesionales no olvide que debe
ser, ante todo, un periodista, con todo lo que eso conlleva.
La falta de formación y de referentes teóricos (previos al ejercicio práctico de la visualización) llevan al aprendizaje por imitación. ¿Qué podemos hacer cuando apenas somos capaces de averiguar qué herramientas emplean la mayoría de cabeceras periodísticas? ¿Por dónde proseguimos nuestra educación en la visualización de datos?
Hoy
en día esto no es un problema tan grave como hace una década. Existen
numerosos blogs, páginas web, e incluso programas de formación gratuitos
que permiten montarse un menú formativo personalizado. Sin ir más
lejos, para aprender estadística, uno puede inscribirse en cursos web gratuitos como los ofrecidos por Coursera. Y libros, claro. La
bibliografía sobre periodismo de datos, cartografía, visualización e
infografía ha aumentado bastante en los últimos años.
Tanto en Infografía 2.0 como en «El arte funcional», hace referencia a medios tradicionales y
redacciones de mayor
o menor tamaño. ¿Podemos ganarnos la vida haciendo periodismo de datos freelance?
Periodismo de datos no sé. Pero
visualización de información parece que sí, aunque no en España. Tenemos
ahí los casos de Moritz Stefaner, Jan Willem Tulp, Ben Fry, Gregor Aisch, entre otros.